lunes, 6 de julio de 2009

PARAÍSO PERDIDO

Ahora entiende uno por que la escena de Amarcord que aparece al final de esta
secuencia siempre le pareció arrebatadora.





Porque refleja la primera zona oculta del pasado de uno. Cuando vivía de los pechos de la madre a la cuna en una perfecta simbiosis. Cuando todo era placentero (placentero al menos si uno es macho hétero o hembra homo) y no existían ni en la distancia las responsabilidades. Ese pasado en que todos los cuidados de la casa eran para uno y que se ha olvidado completamente. Qué bien lo escenifica Fellini cuando su actor adolescente, ajeno ya al acto reflejo de chupar, sólo es capaz de soplar.

Es curioso que uno no recuerde ese paraíso perdido. Que los cuidados que le dedicaron en su más tierna infancia queden escondidos porque entonces uno no almacenaba remembranzas ni sabía usar sus sentidos para ello. Esos cuidados que la madre le dedica a su hijo sabiendo que nunca los recordará y que le otorga igualmente, generosa. Cuidados que uno es incapaz de realizar porque no tiene tetas. Imágenes que guardara el hijo en el subconsciente como el protagonista de Amarcord. Y formarán parte de una de esas secuencias oníricas del paraíso perdido de la infancia.

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