lunes, 3 de agosto de 2009

ABUELAS

¡Plas, plas, plas!

-¡Despierta muñeco! ¡Despierta muñeco!

Vocea acompañada de fuertes palmadas mi madre, la abuela materna, frente al carrito de mi niño. Irritada porque después de una buena sesión de cochecito por la ciudad, el niño duerme plácidamente.

-¡Despierta muñeco!

¡Plas, plas, plas!

-Was geht? Yo no entenderrr.

Vuelve a intentarlo mi madre sin éxito ante la conmoción de la madre de mi mujer, la otra abuela, alemana.

Y pienso, no me extraña que usted no lo entienda señora. Pero yo sí, yo sí lo entiendo. Cada vez que escucho una palmada recuerdo los azotes de mamá por lo que ella afirmaba que era mi nerviosismo cuando en realidad era el suyo. Y pienso que la historia se repite, que pobre del crío con sus abuelas.

Cuando vuelvo a oír:

¡Plas, plas, plas!

-¡Despierta muñeco!

Y después, otra vez:

-Was geht?

Pienso que pasa lo de siempre, lo peor. Que su abuela es incapaz de estar tranquila ni cinco minutos. Y entonces el niño se despierta y se pone a berrear, desesperado. Y pienso, ya lo decía yo.

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